Bitácora para madres comunitarias

Se terminó nuestro segundo verano en Barcelona, comenzamos a vivir nuestro segundo otoño… Y cuando nos ponemos a recordar  lo que escribimos para aquella época, nos sobreviene el clásico sentimiento de parece que hubiera sido ayer. Pero no lo fue.

En aquel tiempo comenzábamos a sufrir una incipiente extrañitis, agravada por la llegada del primer Día de la Madre lejos de las nuestras… Por eso esta Bitácora va dedicada (pero ahora por segunda vez) a ellas, que han pasado dos inviernos y dos primaveras sin tenernos ahí cerca, molestándolas. Ya recibirán los regalitos respectivos y merecidos personalmente, en poco menos de quince días (sí, ¡los vamos a visitar!). Por ahora se tendrán que conformar con la dedicatoria de esto que viene a continuación, un popurrí de viajecitos que hicimos en los findes veraniegos.

Esperamos que les guste. A darle al «más…» para seguir leyendo.

Tarragona

Los romanos eran unos fiesteros bárbaros (en el sentido barbárico) y tenían mil defectos, pero nadie puede negar que tuvieron un imperio de la san bomba. ¿Ustedes se imaginan el despelote que tiene que haber sido administrar eso? Sin emails, ni teléfono, ni siquiera camiones… Manso quilombo, pero lo hicieron bastante bien y llegaron hasta estos pagos, a crear ciudades como Tarragona.

Ahí los muchachos metieron murallas, un hipódromo, un anfiteatro impresionante y vaya a saber qué más. Todo con unas vistas buenísimas al Mediterráneo. Insistimos, se mandaron mocos a montones, pero eran unos ingenieros geniales, y encima con buen gusto, cosas que no siempre van de la mano. Tarragona fue en esa época la capital de Hispania, una gran «provincia» del imperio.

En fin, por ahí anduvimos una tarde muuuuy calurosa de Agosto, visitando a Josep, un personaje muy peculiar, amigo de la universidad de Lau (químico, historiador, escritor, videoasta, dibujante… Bueno en todo…, ¡y a los 23 años! Por todo eso, obviamente, se merecería nuestro acérrimo odio, y sin embargo… ¡lo queremos al muy maldito!). Hicimos un tour por el casco antiguo de la ciudad, terminando el paseo tomando una cervecita con patatas bravas en el puerto viejo.

Claro que hay unas cuantas fotos: pasen y vean.

Sitges

Habíamos escuchado hablar de esta ciudad muchas veces, y por diferentes motivos. No podíamos dejar que pasara el verano sin conocerla.

Cuenta la leyenda que, así como a Tarragona la levantaron los romanos, a Sitges le dieron vida un grupo de gays muy despiertos que se refugiaron ahí durante la época de Franco. La verdad es que lograron su objetivo con creces: al día de hoy Sitges tiene mucha vida, combinando un estilo de pueblecito griego  y ciudad de veraneo top.  Y de yapa,  sus playas tienen la mejor arena que hemos visto por acá.

Además de la descripción naturalista, en la que nos faltó agregar el agua transparentísima y llena de peces variadísimos, hay que mencionar la diversidad de personas que la visitan. Sí, hay familias y turistas blancos-teta, pero también hay bastantes tetas no tan blancas, y muchas parejitas del mismo sexo. También en una caminata que hicimos por la rambla nos topamos (de lejos) con una playa nudista muy concurrida. Todavía no nos animamos al asunto, pero quién sabe si el próximo verano…

Acá tienen un dicho: «para gustos, los colores». También esta variante sería adecuada: «para gustos, Sitges».

Claro, fieles a nuestro ocote viajero, nos tocó presenciar una fiesta tradicional que homenajeaba a la patrona del pueblo: Santa Tecla. Sí, sí, se pueden hacer varios chistes respecto de esta santa y de esta fiesta… La santa de los informáticos, la estampita diseñada para los pianistas, etc, etc. Lo que vimos fueron chicos jugando con pirotecnia catalana, y una especie de representación teatral también protagonizada por los chiquitines.

En fin, otro día muy interesante, y con unas cuantas fotitos.

Zaragoza y Zuera

¡Zí, zetas y máz zetas! Lo que sigue, ya para cerrar esta entrega, es un viajecito que hicimos a la capital de Aragón, que es otra Comunidad Autónoma, como Catalunya. No lo podemos negar, es casi como otro país, pero no lo es… Puf, es muy difícil de explicar ese asunto en particular, mejor pasemos a las anécdotas.

Éste fue un viajecito más largo, e incluyó invadir la casa de gente que aún no conocíamos. Fuimos invitados por Rosa y José, nuestros amigos venezolanos y allá nos recibieron/alojaron (¡súper bien!) Dayan (prima de Rosa y venezolana) y Joaquín (su esposo, de Zaragoza… ¡y fanático de La Renga!)). Pero eso no es todo: Joel e Iso, pareja cubano-chilena, completaban el grupo.  Ya les contaremos más detalles de todos ellos, que se han transformado en muy buenos amigos y compañeros de aventuras (el grupete tiene nombre y todo: el gheto latino).

En fin, cuatro horas de viaje en colectivo separan Barcelona de Zaragoza, una ciudad que fue modernizada hace poco, con una ubicación privilegiada pues equidista de las tres principales ciudades de España (Barcelona, Madrid y Bilbao) y que crece a las orillas del larguísimo río Ebro.

Cuenta entre sus joyas a la Basílica del Pilar, que es imponente y fastuosa. Está construida alrededor del pilar en el que apareció la virgen hace tiempo. Hay muchas iglesias en Zaragoza, pero muchas-muuuuuchas, y parece ser que en todas ellas se casa gente, tooodo el tiempo. Honestamente, jamás vimos tanta gente vestida para ir a casamientos, o coches con moños: eran como una plaga. Dayan nos comentó que para casarse en la del Pilar había que sacar turno con ¡tres años de anticipación!

Cerramos el día comiendo unos sánguches de rabas en un local muy peculiar que se llama «El calamar loco». Estaban excelentes, muy bueno el precio y todo un éxito el formato del lugar. Los tipos se especializan en dos o tres cosas, las hacen súper bien y a un precio muy accesible: el resultado es gente haciendo fila larguísima en la puerta para esperar sus rabas ensanguchadas.

Con la panza llena y el corazón contento emprendimos el viaje hacia Zuera, un pueblo a unos 30Km de Zaragoza que es donde viven Dayan, Joaquín y su hijito Joshua (¡ah! y un gato ultra-simpático, al que rebautizamos Juan Carlos). Esa noche eran las fiestas del pueblo así que a pesar de estar muy cansados salimos a dar una vuelta y terminamos bailando en un bar del centro del pueblo. Algunos sucumbimos a eso de las dos de la mañana, otros, más jóvenes, pasaron de largo y vivieron para contarlo.

El domingo «madrugamos» como a las once y salimos rápido hacia el centro porque la fiesta seguía. Presenciamos nuestro primer «encierro», que es cuando los toros (en este caso vaquillas) son llevados de los corrales hasta la plaza donde las torean. Todo esto atravesando el pueblo y es todo una fiesta. Meten miedo los bichos esos cuando pasan corriendo, no nos imáginamos lo que deben ser los toros de a de veritas… Muy pintoresco el asunto, hay todo un mundo alrededor de eso.  Hay «corredores de encierro» profesionales, por ejemplo el hombre que llevaba un buey que misteriosamente hace que las vaquillas se calmen y lo sigan (como si fuera el manager). Muy loco, muy interesante, y muy diferente. Nos gustó mucho esa parte de la tradición, pero por las dudas no preguntamos mucho qué les pasaba a los animales después…

Poco después de almorzar como los dioses tuvimos que emprender el regreso, no había demasiados horarios de colectivos para elegir. Llegamos a casa como a las once de la noche, felices.

Puf, se ha hecho tarde acá, y tenemos que enviar esto para que sea válido como regalo para nuestras madres, así que mejor cerramos el grifo.

Hasta la próxima amigos, a los que están en Córdoba los veremos muy pronto, a los demás no, pero como siempre: estaremos en contacto.

Se los quiere mucho.

¡Saludos!

Un comentario el “Bitácora para madres comunitarias

  1. Maxi dice:

    Como están castigandose Yeguos! En breves les contaremos como se está organizando el viaje de Aveit 2012!

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